domingo, 30 de diciembre de 2012

Rosa negra

Es fácil decirlo, pero no hacerlo. Es fácil pensarlo cuando piensas que no va a suceder en realidad. Es fácil imaginarse hechos que podrían permanecer como simples escenas recreadas en nuestras mentes sin posibilidades de existir. Es fácil creer que actuarías de una determinada manera si algún hecho ficticio que siempre has querido que sucediera, ocurriera de verdad.
Todo eso es fácil porque no son más que meros casos hipotéticos, conjeturas casi vacías que salen de nuestra mente cuando estamos aburridos y decidimos pensar un rato, fantasías inanimadas que quedarían -teóricamente- como eso, solamente eso: fantasías.
Pero la cosa realmente se complica cuando de pronto se te presenta un día una escena que creías haber vivido tiempo atrás en los rincones más profundos de tu mente, una escena que jamás te imaginaste que llegara a suceder en realidad. Ahí comienzan los temblores y la resequedad en la boca, los latidos de un corazón desbocado y los mareos de una mente que aún no se puede creer lo que está pasando, también se presenta la visión borrosa en unos ojos incapaces de asimilar lo que están viendo y muy frecuentemente -al menos en mi caso- a todo eso le sigue lo que yo llamo: crisis de negación total interna. Antes de seguir con mi relato, explicaré un poco de que se trata este particular episodio.
Le digo crisis porque, sin duda alguna, la mente entra en un estado crítico y frenético en donde, no importa qué hagas ni qué intentes pensar, las cosas sólo podrían empeorar; y además de la mente también el cuerpo forma parte de esa crisis, pero eso ya lo expliqué anteriormente. Negación porque en ese instante es imposible creer que lo que estás presenciando sea real y lo niegas en su totalidad, intentando explicar el hecho de otras mil maneras carentes de sentido, hoy en día me odio a mí misma por no permitirme creer en coincidencias. Total porque así soy yo, radical, extremista y exagerada. Interna sencillamente porque todo eso ocurre de tal manera que, a pesar de sentir que estás muriendo por dentro, en tu exterior no existe ningún signo del Caos que se arma dentro de tí.
Pero para no desviarme de la idea inicial, explicaré que ese largo prólogo tiene el propósito de intentar explicar un poco mi punto de vista y mis reacciones hacia este tipo de eventos y también dejar entrever que no es la primera vez que algo así me sucede.

Como una fiel seguidora de mis propias historias, a lo largo de mi vida he recreado muchos eventos y personajes en mi mente, las intrincadas relaciones que los unen a cada uno de ellos y los inexplicables sucesos que los rodean suelen ser tan caóticos que a menudo ni yo misma suelo comprender en su totalidad el por qué de aquello. Muy comunmente mis personajes favoritos y más valiosos se me van de las manos y comienzan a actuar como si tuvieran vida propia, algo que sin duda numca me habría molestado.
Luego están las veces en las que veo algo en la realidad en las que puedo identificar a alguno de ellos, algo en la mayoría de las veces tan simple como una canción o un comercial, algo que, sin duda alguna, podría haberme parecido divertido al principio.
Pero la parte realmente difícil es cuandose comienza a rasgar la fina tela que separa las dos realidades y comienza poco a poco a unirlas. Hace algún tiempo tuve un sueño en donde aquello sucedía, esa fue la sensación más extraña que jamás había sentido en toda mi vida, tal vez un día lo coloque aquí, tal vez.

El caso del que hablaré hoy es de un personaje bastante... Peculiar, mi favorito creo que podría decirse. Ahora bien, si por alguna razón eres una de esas pocas personas que han leído alguna parte de mi libro y desean continuar haciéndolo (esas pocas personas que tendrán mi amor y devoción eternamente) te recomiendo que lo pienses dos veces antes de meterte con el spoiler tan grande que plasmaré aquí a continuación; si aún así deseas seguir leyendo te recomiendo que lo hagas, tal vez esto te de una perspectiva completamente nueva acerca del mejor amigo de Glen Bryen. Si, por el contrario, jamás has leído -ni piensas leer- Caos, te invito a ignorar lo último que escribí.
Entonces bien, esta es la historia de como un encantador joven de ojos azules con cierta fascinación por las rosas negras y una señorita a la cual llama "su muñeca", se convirtió en un encantador joven de ojos verdes con una fascinación por las flores en su totalidad -es este caso las margaritas- y una señorita a la cual llama "su bella flor". Si bien a simple vista Daniel Le-Mort no se parece en gran medida a este joven, a medida que lo conozco me doy cuenta de que el parecido es tan grande que comúnmente me encuentro en el estado del que hablé algunos párrafos atrás.
Daniel Le-Mort es un ser enigmático y orgulloso que esperó mucho tiempo -algunos dirían que demasiado- por una persona que realmete ni siquiera sabe que existe. Aún así él se preocupó por jugar bien sus cartas para que ella se asegurara de su existencia y se viera interesada en él, tan eficaces fueron sus acciones que, a pesar de, según palabras de terceros, "haber intentado hacerle daño más de una vez", ella consideró que se encontraba ante una especie de "angel de la guarda" que velaba por su bienestar.
Con cabello negro azabache y ojos azul cielo, ese chico de aire engreído y ostentoso sin lugar a dudas se ha convertido en una especie de personaje de devoción para mí. Supongo que mi masoquismo queda claramente visible al admitir sentir aquello por aquel que creó a un demonio en forma de niña para vigilar a "su amada" y, a su vez, hacerle la vida imposible; al que se robó la información genética de la misma y consiguió de alguna manera crear una niña -preciosa, a decir verdad- para que fuera hija de ambos; el que secuestró tantas, tantas veces a la misma chica para tenerla cerca, el que asesinó a sangre fría a más de uno por no poder soportar que alguien más la tuviera. Ese mismo que jamás se atrevió a hacerle daño, que procuró que siempre luciera como la princesa que era y la muñeca de porcelana en la que él la pretendía convertir, el que siempre le dió todo lo que quiso y jamás, jamás le falló en nada.
Por supuesto que la joven lo odiaba y le temía, pero tambien encontraba una fascinación tan grande por él que ni ella misma lograba entender. Y por eso lo defendía y regañaba a su hija cuando se negaba a llamarlo su padre, por eso peleaba con quienes se suponía que debían protegerla por mantenerlos alejados. Siempre he dicho que mi mente es retorcida, y eso claramente se ve reflejado ahí.
Pero si bien en ninguno de esos hechos se ve reflejado este otro joven del que me parecía haber olvidado -oh pero no, jamás podré olvidarme de él-, en su personalidad son casi idénticos. Oh, pero no crean que describiré aquí los rasgo en los que se parecen, claro que no, jamás lo expondría de esa manera. Lo curioso está en que, aunque Daniel sea en muchos casos terrible -controlador, intrincado, frío- por dentro he comenzado a desear -y a percibir- que el parecido me agrada cada vez más.
¿Qué puedo decir? Siempre he sido masoquista.

Sólo me queda decirte a tí, ojos verdes, que será un placer caminar contigo.

Algo me dice que este es el castillo indicado, aunque todavía me queda la duda, ¿el indicado para tí?

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