lunes, 15 de abril de 2013

Tranquilidad artificial

 Ella estaba allí, sentada en la esquina de la habitación vacía, sus brazos rodeaban sus pantorrillas mientras su mentón yacía apoyado en sus rodillas, su mirada escrutaba perdida las irregularidades de la pared desnuda que tenía al frente. Todo estaba tranquilo, en calma, ella sabía que aquello era peligroso, esa tranquilidad plástica y superficial siempre había terminado conduciendo a un estado peligroso, pero ya había llegado a esa clase de momentos en los que, sinceramente, no le importaba.
 ¿Y por qué habría de importarle? ¿Acaso había alguien más allí que la viera? La habitación era grande y aún así ella se encontraba completamente sola, nadie saldría herido ¿por qué debía detenerse entonces? Lo peor ya había pasado, ya había hecho daño y ya había terminado confinada en ese lugar, no había razón alguna para qué molestarse en cambiar, sabía perfectamente que jamás saldría de allí, aunque todos quisieran hacerle creer constantemente que tenía oportunidad de ello.

Cuando sucedía, era como pequeñas ráfagas que nublaban su mente por instantes, en un segundo estaba sentada con aparente normalidad, y al siguiente gritaba y arañaba las paredes, luego volvía al estado de calma relativa. Era así, siempre lo había sido, por eso se le hacía tan difícil controlarlo, no porque le gustara aquello, porque no le gustaba hacer esas cosas... ¿o sí? No, definitivamente no, no podía gustarle hacer algo que estaba mal, y ella había aprendido que eso que hacía estaba muy mal, por eso estaba encerrada, porque a pesar de no querer actuar de esa manera algo dentro de ella la obligaba, y ese algo se salía de sus manos. Era mejor que permaneciera allí, por si acaso ese "algo" decidía actuar, al menos no dañaría a nadie.
 Un par de episodios, media docena de rasguños en la pared que tenía junto a ella, un par de gritos guturales y de nuevo en calma momentánea. Miró sus manos y sonrió acomodándose un mechón de cabello, porque ella no soportaba estar desarreglada. Algo que les había llamado la atención desde el principio era que jamás se había dañado a sí misma, a ella le había parecido completamente absurdo hacer tal cosa ¿por qué alguien se dañaría de ese modo? Aquello no tenía sentido, menos para ella que solía siempre estar perfectamente limpia y acomodada.
 La sangre, la sangre era algo completamente diferente, al contrario de lo que muchos pensaban, no significaba suciedad ni desaliño, después de todo, era algo que conteníamos todos lo seres humanos, sólo que en vez de estar corriendo por sus venas, se secaba en sus manos. Las únicas heridas que lucía eran sus dedos, rasgados, quemados y desgarrados, con las uñas rotas por su constante fricción con las paredes, pero había dejado de dolerle desde hacía mucho tiempo, ahora sólo los miraba con curiosidad, satisfecha porque sus uñas siempre crecían muy rápido y podría volver a repetir el proceso de nuevo.

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